Hace unos meses, Rafael Sánchez-Mateos Paniagua y Fernando Baena me invitaron a participar en un proyecto editorial colectivo, en el que 49 personas de su entorno hemos escrito un breve texto sobre cada uno de los cuarenta y nueve fragmentos pintados que componen su obra «Esto es lo verdadero», realizada a cuatro manos y expuesta durante los últimos meses en el local de la Asociación CRUCE de Madrid. Las obras son fracciones de un montaje fotográfico de la acampada de la Puerta del Sol de Madrid en mayo del 2011, realizado por Fernando Maselli.
Esta es mi contribución y abajo el fragmento que corresponde a la página de mi texto con la portada de la publicación.
YO NO ESTUVE ALLÍ
Yo no estuve allí, pero también formo parte de la historia del 15M porque también fui interpelado por aquellos cuerpos insurgentes y enaltecidos. Los hechos desbordaron nuestras realidades personales y, de alguna manera, nos afectaron políticamente a todos. Los levantamientos populares de la Puerta del Sol madrileña y los ocurridos en las plazas de otras ciudades me/nos atravesaron la vida para siempre. Aquel “nosotros” incluyente, sobrepasaba los “yo” particulares. Las voces reclamantes, sus movimientos espontáneos, sus gestos imaginativos, su lenguaje inteligente, sus formas de actuar imprevisibles nos representaban a todas. Durante esos días se produjo, como dijo Jacques Ranciere, un acontecimiento de lo sensible, poco importaba que fuera “artístico” o no.
Desde entonces se han generado miles de representaciones en múltiples formatos visuales, narraciones, evocaciones poéticas o discursos políticos que nos han recordado, una y otra vez, la historia de aquellos días. Todavía hoy, forman parte de la actualidad. Aparecen y desaparecen pero siempre están presentes, como ausencias que se pueden rescatar o como presencias que alguna vez se olvidarán.
El filósofo Georges Didi-Huberman se ha preguntado en varias ocasiones sobre el poder de la imágenes para tocar lo real. En sus reflexiones pone de manifiesto el carácter siempre incompleto de cualquier imagen, ya que no puede manifestar toda la verdad, pero al mismo tiempo defiende la capacidad de algunas para ir más allá, en su esfuerzo por representar lo irrepresentable.
Los cuarenta y nueve fragmentos pintados a cuatro manos por Fernando Baena y Rafael Sánchez-Mateos, a partir de una sola imagen de Fernando Maselli, nos interpelan sobre la metamorfosis inagotable de las formas preestablecidas, reacias a dejarse asimilar y dispuestas a proveerse de nuevos sentidos.
Aunque estén presentes en la sala de la Asociación Cultural Cruce siempre se escapan y se desbordan en múltiples direcciones. En realidad, lo que les da vida y sentido son sus imprevisibles relaciones semánticas y formales, sus discordancias de significado, las múltiples interpretaciones subjetivas que permiten, los anacronismos que alteran su historicidad o sus infinitas aperturas expresivas.
Según el concepto magistral que forjó Walter Benjamin tratan de dialectizar lo visible: fabrican imágenes con otras, nos permiten pensar montando, mirarlas de otra manera, introducen la división, fragmentan la unidad y la congruencia, producen oposiciones, y amplían los registros de la emoción y la razón, en definitiva, el pensamiento de lo sensible. Solo hay imágenes, imágenes que dan cabida a un montaje de tiempos heterogéneos y discontinuos que, sin embargo, se conectan y se reinterpretan y cuya multiplicidad misma, ya sea en conflicto o en connivencia, resiste toda síntesis.
Estupendo texto.