La fiesta está dispuesta. La Sevilla «canalla» se da la mano con la «capillita», en un delirio popular difícil de comprender para nadie que pretenda aplicar la razón. Tan sólo queda alejarse o dejarse llevar por el sinsentido. Dejarse atrapar por el delirio de una tradición religiosa que inexplicablemente comparte las calles con una pasión popular que afecta a muchos seguidores fanáticos que nunca comulgan con dios, pero que son capaces de cualquier cosa por estar presentes en los lugares y momentos mágicos donde se produce, dicen, el milagro escenográfico más grande del mundo.
A la izquierda, la excelente cerveza y el mejor fino del célebre «Vizcaíno» y a su derecha, juntos puerta con puerta, la virgen «fina» del Rosario, acompañando a su hijo, dispuesto a morir una vez más por los pecados de la humanidad.
A mi me llega mucho el sinsentido, y si puedo, aunque sea una sola noche estaré en Sevilla para tropezarme con algún momento mágico, que me haga trascender de tanta cosa fea, que se despacha por todas partes. Pero a la Montesión no la veré, asi que si sale y la veis la saludais de mi parte.