TURISMO DEPREDADOR

En un lado y otro, desde Barcelona a Madrid, pasando por Donostia/San Sebastián, Málaga o las Islas, saltan las alarmas por la deriva incontrolada que está adquiriendo la industria del turismo y los efectos colaterales que produce en la vida cotidiana de las personas. La preocupación se extiende a las instituciones culturales. Este verano en el  Es Baluard, Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma de Mallorca, uno de los primeros lugares de referencia del turismo de masas que comenzó a popularizarse en Europa tras la Segunda Guerra mundial, se presenta la exposición Ciudad de vacaciones. En el centro cultural KM de la capital de Gipuzkoa, la exposición Turismos. La transformación social y urbana producida por la masificación del viaje, muestra una serie de reflexiones sobre el turismo contemporáneo y su incidencia sobre los lugares que lo atraen. Ambas tienen sus antecedentes en aquella magnífica y precursora Tour-ismes. La derrota de la disensión que se presentó en el año 2004 en la Fundación Tapies de Barcelona, probablemente una de las ciudades que más caro está pagando los excesos y donde por primera vez hay un gobierno municipal consciente de lo que puede suponer morir de éxito.

Imagen dcha: «Ciudad Picasso» Rogelio López Cuenca

En aquella exposición se ponía en evidencia la utilización del arte como agente activador de la economía turística. No hay que ir muy lejos para comprobarlo. La mayoría de los visitantes habituales de nuestros museos son turistas. La utilización del arte como instrumento para «camuflar» procesos de gentrificación que benefician la especulación inmobilaria forma parte habitual del abecedario propagandístico de las políticas urbanísticas y de la economía española de los últimos decenios. Además algunos de sus  responsables son también miembros destacados de los patronatos de los museos más emblemáticos de nuestras ciudades o, en su defecto, financian algunos sus programas y actividades, haciendo coincidir su «generoso» desembarco en las instituciones con los paulatinos recortes públicos en cultura.

El artista Hans Haacke, en su célebre texto Museos, gestores de la conciencia publicado en 1986 y traducido al castellano en el 2003 por Brumaria,  ya abordaba el papel de la institución arte como industria y como dinamizadora del turismo, la construcción y las finanzas, y de como estas determinaban también la producción de una subjetividad estética mucho mas complaciente y totalmente acrítica con la realidad en la que se inserta los museos, ya que como dice la artista Ito Steyerl el arte que presentan como político no aborda dentro de su propia práctica las contradicciones políticas, dejando de lado el conflicto real y, en consecuencia, estetizando los resultados. Para esta artista no se trata tanto de jugar en el plano de la representación formal de lo político como algo externo a la propia institución y al contexto donde se inscribe, sino de convertir las imágenes en mecanismos de reinterpretación e interrogación sobre los mismos lugares donde se producen y exhiben.

Hito Steyerl Exposición Duty-Free Art MNCARS

Diversos economistas, geógrafos o urbanistas, han venido alertando desde hace años  de las nefastas consecuencias que se podrían desencadenar con un desarrollo incontrolado de la industria turística y trataron de desvelar las tramas de poder y los intereses económicos que se enmascaran tras su imagen benefactora. Estudiosos como el pionero Mario Gaviria o Francisco Jurdao, autor de la célebre España en venta, en los años setenta y ochenta, y José Manuel Naredo, Óscar Carpintero, Arantxa Rodriguez , en décadas posteriores, se adelantaron a vaticinar los conflictos socioambientales y urbanísticos que genera el turismo incontrolado. Además analizaron la profunda huella ecológica que provoca, derivada del excesivo consumo de materiales y energía o de la desmedida generación de residuos. El difunto Ramón Fernández Durán, otro avanzado y lúcido investigador, hoy nos habría recodado que, a falta de previsión y ausencia de políticas intervencionistas, estos barros son consecuencia de aquellos lodos o que las actuales tempestades las provocan aquellos vientos arrolladores. Todos ellos han sido fuente de inspiración profesional para colectivos como Ecologistas en Acción o Greenpeace.

Así, con criterios contrastados y profesionales, se han podido argumentar y razonar las críticas políticas que, superando la propaganda triunfalista de los predicadores de las bonanzas del turismo, permiten conocer los intricados laberintos que han estructurado uno de los pilares fundamentales de la economía de este país. Alguien se atrevería a afirmar que el único, lamentablemente.

El poeta y ecologista Jorge Riechmann nos recuerda el desprecio al que se somete a los movimientos ecologistas que, sin tregua, durante más de medio siglo nos advierten que pronto será muy tarde para paliar los efectos. El análisis crítico del turismo ha tenido siempre muy poco eco entre la clase política y entre los profesionales de la economía –empresarios, banqueros, inversores, etc.- porque, cualquier plan de contención o simplemente de prevención, les obligaría a poner en cuestión todo el entramado económico del desarrollismo español, en concreto; y plantear otras alternativas al modelo de progreso que lo sustenta, en términos globales. Como ocurrió con la burbuja inmobiliaria, los que reclaman moderación, sentido común o una regulación inteligente son también ahora los radicales, sobre los que se pone el foco de atención mediático y político, como forma de no afrontar la responsabilidad a la hora de tomar medidas eficaces  para regular un mercado totalmente descontrolado.

Aquel “milagro turístico” de los sesenta con su popular Spain is different, que comenzó durante el franquismo y continuó con los sucesivos gobiernos tras la Transición, llega hasta nuestros días de la mano de la Marca España, otra farsa publicitaria. Todo ello en paralelo con el boom del cemento, primero, luego el crecimiento sin control con la consiguiente burbuja inmobiliaria, y actualmente la incomprensible resurrección del sector en un país con más de dos millones de viviendas vacías, muchas de las cuales son únicamente bienes bancarios inmovilizados o meras propiedades especulativas.

La arquitecta brasileña Raquel Rolnik, relatora de vivienda en Naciones Unidas, entre el año 2008 y el 2014, ya desveló hace tiempo que el problema empezó cuando la vivienda dejo de ser bien de uso, incluso mercancía regulada y se convirtió en mero activo financiero, lo que produjo un proceso masivo de desposesión y, consiguiente  encarecimiento. En esa misma dirección apunta esta reconocida urbanista cuando señala que el turismo ha situado a las ciudades como excelente terreno de juego de inversión y como campo de especulación en el que empresas inmobiliarias como Airbnb o Homeaway utilizan los pisos y a sus propietarios para alquileres temporales y no residenciales, con todo lo que supone en la alteración del valor de la vivienda.

Ni los gobiernos del PSOE ni, por supuesto, los del PP han hecho absolutamente nada para revertir estas dinámicas de expansión acumulativa y depredadora de las industrias del turismo y el sector inmobiliario. Al contrario, para no provocar ninguna alarma, se han dedicado a dejar hacer, siguiendo los mandatos del más puro modelo de economía neoliberal. Es más fácil mirar a otro lado y hacernos creer que al actual repunte del sector, inflado por aspectos geoestratégicos determinados como la crisis del mundo árabe posterior al fracaso inducido de sus primaveras o la expansión del terrorismo islamista y la consecuente inseguridad política en casi toda la vertiente mediterránea, permitirá la recuperación económica. En los barrios céntricos de Madrid hay cerca de nueve mil viviendas para este tipo de alojamiento esporádico. Tan solo en los últimos seis meses la oferta disponible ha crecido un 42%.

El balear Ivan Murray Mas, en Capitalismo y turismo en España. Del “milagro económico” a la “gran crisis, publicado en 2014 por Traficantes de Sueños, advierte que, ante las dificultades de llevar a cabo programas de redistribución de la riqueza y de alteración radical de las estructuras de la economía del euro, los nuevos gobiernos progresistas que se han constituido en algunos ayuntamientos importantes, algunas comunidades autónomas o el que, en su caso, pudiera formarse en el Estado, podrían correr el riesgo de volver a centrar su política en la estrategia de retornar a la senda del crecimiento basado en el mismo modelo anterior. A falta de otros modelos de desarrollo económico más beneficiosos a largo plazo pero con mayores dificultades para abordarlos y afianzar ahora una nueva fase expansiva que pudiera tener efectos redistributivos y mejoras sociales, paradójicamente, podrían estar tentados en insistir en la definitiva mercantilización turística del territorio. En caso de optar por esas vías –reflexiona- se estaría profundizando mucho más en las causas de la crisis y no a la inversa.

Es por ello que cualquier proyecto transformador –concluye este geógrafo, profesor del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universitat de les Illes Balears, miembro del Grupo de Investigación Sostenibilidad y Territorio y del Grupo de Investigación Transdisciplinar en Transiciones Socioecológicas- debería incorporar la ruptura del modelo turístico-inmobiliario que ha marcado el devenir del capitalismo español desde la dictadura franquista. Es decir, fomentar otros patrones de crecimiento que permitan corregir los excesos y posibiliten el tránsito hacia otro tipo de economía menos acumulativa y depredadora y más distributiva y cooperativa.

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