ARRIAR LA PANCARTA E IZAR LA BANDERA

Antes de emitir cualquier juicio definitivo, admito que no conozco bien las políticas de apoyo a los refugiados del gobierno de Ahora Madrid, presidido por Manuela Carmena. Sigo más o menos de cerca su información a través de las redes sociales y algunos medios de comunicación, pero hasta hoy no he llegado a enterarme bien de las medidas que lleva a cabo. Me gustaría mucho que las explicaran mejor, también que nos detallaran las dificultades con las que se encuentran para aplicarlas. Estaríamos muy agradecidos y, tal vez, comprendiéramos mejor lo que está ocurriendo. Sin embargo, de lo que si soy testigo es de la enorme pancarta que todavía hoy, tras los tristes y trágicos sucesos de Lavapiés, cuelga de la fachada del edifico de Cibeles, sede principal de Ayuntamiento. Ayer cuando nos manifestamos por aquellas calles la contemplé por última vez y me avergoncé.  Cuando se instaló -contra las voces insultantes de no pocos adversarios políticos y mediáticos- (tuve el orgullo de ser testigo directo) aquella señal, izada con entusiasmo, parecía un signo inequívoco de que en aquella casa del pueblo estaban gobernado un conjunto de fuerzas transformadoras que iban a intentar aplicar políticas consecuentes con sus discursos ilusionantes  e ideas renovadoras. La estética de aquella pancarta era profundamente ética porque su forma, una simple tela blanca sin retórica ni adornos, era un grito político REFUGEES WELCOME,  una bandera sin patria de uso colectivo para hacer del drama de los refugiados no un repliegue sentimental sobre su dolor abstracto – tan característico del buen pensar humanista- sino un gesto de sublevación concreta que reclamaba medidas reales que afectasen a la dignidad de sus vidas. En fin, se manifestaba en su plenitud, llena de sentido, como una auténtica obra de arte. Algo más dos años después, la pancarta se ha convertido en mero formalismo, un simple significante vacío que ahora también ofende a los ojos de los que orgullosos esperábamos – por lo menos a mi- que Manuela Carmena y su equipo se pusieran al frente de las luchas municipales – aplicando todas sus competencias, entre otras la ejemplaridad de la policía municipal- en la defensa de los derechos humanos, de verdad, con hechos, sin palabras vacuas que tan solo ahondan las heridas de todos las que son atravesadas por la peor forma del mal estado. Creo que es el momento de que la quiten y así, la bandera de España que la acompaña, adquirirá de nuevo su trágica condición de frontera, de brecha xenófoba, estandarte colonial.

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