LA FRONTERA COMO MÉTODO

Poco después de que el pasado diciembre se celebrara el Día Internacional del Migrante, en la ONU se aprobó el primer gran pacto global sobre migraciones que, aunque no sea vinculante, ya ha provocado importantes reacciones en el tablero de los intereses políticos y económicos internacionales. Algunos países se han negado a firmarlo y otros, aunque lo hayan hecho, no parece que estén dispuestos a aplicar sus consejos. Nunca ha sido una cuestión fácil de abordar porque cualquier modificación del estatus fronterizo afecta, en primera instancia, a la regulación de los flujos humanos – más o menos gestionable- pero, por sus múltiples y complejas capas de interés , sobre todo, al control de su fuerza de trabajo y del capital que subyace bajo ellos.

«A tous les clandestins» de Patricia Gómez y María Jesús Gonzalez, publicado en Exilio/refugio Carta(s) Museo Reina Sofía

Es decir, hablamos de un modelo de economía política que, naturalizándolo, visibiliza el hecho migratorio como problema, pero oculta los intereses que subyacen en esos flujos humanos. De hecho, toda la extrema derecha, que se extiende por el mundo como una auténtica plaga, cuando dice rechazar a los inmigrantes, lo que nos está diciendo, no es tanto que no puedan venir a trabajar, sino que lo hagan, pero sin derechos. Es decir, su condición humana quedaría, de esta manera, reducida a animal y, por tanto, como tales podrían ser considerados.

Dibujo de Capital Drawing Group

En el excelente ensayo La frontera como método o la multiplicación del trabajo (Traficantes de Sueños, 2018) Sandro Mezzadra y Brett Neilson, describen de forma pormenorizada las múltiples capas de segregación que se producen en las fronteras limítrofes de los Estados-nación y las no menos excluyentes que se generan en su interior. Asimismo analizan la relación histórica que ha existido entre el surgimiento del capitalismo, desde sus primitivas formas históricas hasta el industrialismo y el colonialismo y las actuales de financiarización y globalización (que siempre han tenido como horizonte espacial último el mercado mundial) y la manera en la que la geografía, en sus formas nacionales o imperiales,  contribuye a su expansión.

Primer mapa de América realizado en 1500 por Juan de la Cosa

Con la Paz de Westfalia, firmada en 1648, en paralelo a la apariciónde la cartografía moderna, se comienzan a trazar las líneas fronterizas europeas que, basadas en el concepto de soberanía nacional e integridad territorial, demarcarán los mapas que actualmente conocemos. De igual modo, por extensión, se estaba procediendo en las tierras americanas, donde se organizaba jurídicamente la conquista colonial, genocida y extractiva, junto a la expansión imperialista de las potencias europeas también por Asía y África, con su consiguiente reparto de poder en zonas de influencia delimitadas.

De este modo se naturalizaron las fronteras geográficas y cognitivas. El mundo estaba listo para albergar distintos continentes y naciones, con sus propias civilizaciones, fijar culturas y lenguas, de tal modo que la «nacionalización» remodeló y redistribuyó así los saberes, cuerpos y vidas.

Mezzadra y Neilson citan La nación marginal (1998) de Ranabir Samaddar para explicar que esas fronteras, límites, fallas geológicas, etnicidades, estructuras nacionales -en definitiva la geopolítica-  sientan las bases para la expansión definitiva de una violencia continua contra migrantes y refugiados en todas las zonas fronterizas. Según este experto indio en derechos humanos, la “migración” es la piedra angular de un modo de gestión política y económica que explota la diferencia entre lo legal y lo ilegal y, por tanto, la fuga de los migrantes es una forma de resistencia que también da lugar a nuevas formas de ordenamiento jurídico.

No cabe duda que el control de la movilidad de ls migrantes, la gestión de sus tiempos de tránsito, las sucesivas confinaciones espaciales a las que se les somete, la segregación social y económica, lingüística, jurídica y cultural que padecen son el resultado de sucesivas formas de dominación, desposesión y explotación. La sombra de la frontera les sigue más allá del momento preciso del cruce de las líneas de demarcación nacionales y modela para siempre sus biografías. Basta con leer, por ejemplo, el libro de Wendy Brown, Estados amurallados, soberanía en declive ( Herder, 2015) para darnos cuenta de que, por mucho que los Estados se empeñen en cerrar sus fronteras, ls migrantes parten de su condición fronteriza para traspasarlas, ejerciendo su pleno derecho a hacerlo siempre que quieran y lo necesiten. Su acción movilizadora es, en esencia, una de las formas políticas más transformadoras.

Frente a la lógica de exclusión (Achile Mbembe diría “necropolítica”) que, de la mano de la extrema derecha emergente, proponen los gobiernos nacionalistas más agresivos, las personas migrantes, plantean, con determinación y fuera de la retórica de la victimización, constantes desafíos radicales a esos mecanismos de control, sobre la base de diferentes maneras de presión contra y desde dentro de esas mismas fronteras, lugares de acción política donde los espacios del capital pueden llegar a ser espacios de esperanza, tal y como lo describe David Harvey en Espacios del capital. Hacia una geografía crítica. Son heterogéneas formas de auto-organización social que se traducen en prácticas como la ocupación de espacios de viviendas; las lucha laborales, como las del sindicato de lateros y manteros o de las trabajadoras domésticas y de cuidados; formas de agrupación defensivas, como el passing;de acción militante, como las caravanas de centro américa o la de los campos de internamiento de la ruta balcánica o el sur europeo; corredores logísticos de supervivencia; zonas especiales autónomas de economía formal e informal; acciones de reafirmación cultural, como músicas y fiestas populares o prácticas artísticas específicas, que señalan las contradicciones racistas del discurso hegemónico. Son manifestaciones de legítima supervivencia que, permanentemente, interpelan nuestras leyes y, ponen en cuestión conceptos como ciudadanía o derechos humanos que, en demasiadas ocasiones, ocultan formas predeterminadas de exclusión.

Para quienes nos sentimos internacionalistas y tenemos interés por reinventar la política fronteriza bajo unas condiciones completamente diferentes, la migración –junto al movimiento ecologista y feminista- es un asunto fundamental para reorganizar el mundo y neutralizar su autodestrucción. Los movimientos migratorios son fuerzas políticas que presionan y desafían las arquitecturas espaciales del territorio e interpelan los modos de construcción de subjetividad cultural. Son claves en la reorganización contemporánea del poder. Las luchas que se generan a su alrededor (que involucran a migrantes, pero que a su vez nos interpelan a todos, porque las fronteras no solo dividen sino también conectan) tienen un papel central a la hora de pensar geografías transnacionales y transcontinentales, parafraseando a Saskia Sassen, no necesariamente estables, un regionalismo crítico, construido desde un nuevo paradigma de hibridación cultural.

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