El año pasado por estas fechas, coincidiendo también con la convocatoria de la Huelga feminista del 8 de Marzo, reconocía que no tengo ninguna duda en afirmar que el feminismo más radical – el que va a las raíces de las causas- me ha enseñado a pensar y sentir de otra manera y, en consecuencia, ayudado a modificar actitudes y comportamientos en mi vida cotidiana. Pensar críticamente supone también dejarse afectar y, en mi caso, así ha ocurrido cuando he aprendido de la vida, la experiencia y el conocimiento de muchas feministas, de todo tipo de condición y origen que han contribuido a pensar el mundo fuera de los parámetros normativos que encierran nuestras vidas en determinadas formas culturales codificadas.
Vaya por delante, por tanto, que este texto está escrito por un hombre blanco, europeo de clase media y heterosexual que, desde la reflexión autocrítica, trata de seguir investigando sobre nuestra condición dominante. Para avanzar en esa dirección tenemos a nuestra disposición gran cantidad de estudios –afortunadamente cada vez más y mejores- sobre la amplia gama de cuestiones (tan solo cito algunas) que remiten al análisis de las relaciones de poder que el sistema patriarcal ha establecido a lo largo de la historia: el control de la función reproductiva de las mujeres y su exclusión del ámbito público; la imposición de relaciones de dependencia en el ámbito privado; el poder ejercido sobre sus cuerpos, los efectos de las violaciones y el maltrato físico y psicológico sistemático; la vigilancia contra su plena autonomía corporal; las políticas de discriminación social y económica; las relaciones interdependientes entre cuerpo, raza y clase social; o sobre la construcción de determinadas formas de lenguaje sexista y subjetivación de conductas, como el humor machista, el amor romántico, la naturalización de los cuidados o la imposición de numerosos cánones de comportamiento social, incluida cierta concepción objetual y sexual de belleza femenina.
Ahora que las fuerzas políticas reaccionarias, machistas y xenófobas, se extienden por el mundo – al parecer ls emigrantes y las feministas han vuelto a despertar a la bestia dormida de la ultraderecha- es absolutamente imprescindible que tods, sobre todo los hombres con actitud autocrítica, volvamos a leer la historia para no olvidarnos de dónde venimos y cuántos esfuerzos ha costado conseguir nuestros derechos.
Sin ir más lejos, hace unas semanas se ha conmemorado el centenario de la muerte de Rosa Luxemburgo Rosa Roja. Esta histórica militante de la Liga Espartaquista (en homenaje a Espartaco, líder antiesclavista del Imperio Romano) fue vilmente asesinada- junto con cientos de compañeros y bajo el beneplácito del gobierno socialdemócrata- por varios miembros de los Freikorps, una especie de escuadrón militar de la muerte vinculado a la extrema derecha alemana, que unos años después se alzó con el poder, gracias a un amplio apoyo electoral.
Todavía se recuerda una de sus premisas ideológicas más conocida: “La libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensan diferente”.La personalidad independiente de esta pensadora marxista le acarreó todo tipo de problemas: fue vilipendiada por su pensamiento autónomo y heterodoxo respecto al reformismo del Partido Socialdemócrata y por sus críticas a las directrices autoritarias de los bolcheviques (fue clarividente y premonitoria respecto a la deriva opresora que ya en sus inicios emprendió el régimen soviético); fue perseguida por su antimilitarismo y su defensa de la desobediencia pacífica (se opuso a la guerra, apoyó la objeción de conciencia –“usamos la agitación, no las armas…los pueblos pueden y deben vivir en paz” -decía- y por ello, en varias ocasiones, pasó años encarcelada); fue señalada por su condición de polaca y judía, es decir, emigrante y extraña en relación al cristianismo dominante en aquella Alemania que ya anticipaba el genocidio nazi contra judíos, comunistas, anarquistas, emigrantes, gitanas, vagos, maleantes, homosexuales, lesbianas, discapacitads, personas vulnerables, lisiados o enfermizas como ella misma; y, sobre todo, fue envidiada y despreciada por ser una de las pocas mujeres que, en aquellos tiempos, consiguió concluir sus estudios universitarios y adquirir un relevante liderazgo intelectual y presencia activista entre hombres –incluidos sus compañeros de izquierdas–, a los que también contrapuso su militancia feminista, muy crítica con su deriva más burguesa y defensora de un internacionalismo obreristaque emancipara a unas y otros: “no hay más patria que las masas trabajadoras de hombres y mujeres”.

Cien años después, esta breve reseña biográfica podría resumir los argumentos subjetivos con los que la extrema derecha se extiende por casi todo el mundo, incluidas nuestras ciudades. Volvemos a escuchar, por aquí y por allá, las mismas proclamas nacionalistas que, tras un patriotismo exacerbado y banderas en ristre, aclaman un “nosotros primero” defensivo, fuertemente vinculado a una concepción de la vida militarista, patriarcal y autoritaria, y en nuestro caso ultra católica, que no duda en ensalzar el machismo, el racismo y, camuflándolo en un populismo oportunista, también el clasismo, ya que, quieran o no admitirlo, están intrínsecamente vinculados.
No es ninguna casualidad que, enarbolando los valores más tradicionalistas y conservadores, esta ola reaccionara se pretenda construir, precisamente, contra lo que ellos denominan “dictadura de género”, es decir, contra feministas; y contra lo que llaman “internacionalismo progresista”, es decir, contra migrantes pobres.
Pero es imprescindible recordar, una y otra vez, que las mujeres – mucho más antes las esclavas y ahora las trabajadoras precarias racializadas- siempre han sido tratadas, en mayor proporción de lo que pensamos, como seres socialmente inferiores (por mucho que el feminismo liberal se empeñe, en muchos sentidos y en demasiados lugares del mundo lo siguen siendo). En su célebre El contrato sexual, Carole Pateman afirmaba en 1988 que, en aquellos momentos, la falta de representación de las mujeres en el ámbito político no era una casualidad histórica, sino una característica estructural del estado moderno que se había sostenido, no precisamente en el “contrato social” de Rousseau, sino en un “contrato sexual” que descalificaba e incapacitaba a las mujeres.

Según estateórica política y feminista británica, en consonancia con sus ideas, conocida también por su posición crítica a la democracia liberal, se trataría de una división de funciones según la cual el espacio público, y su relación con la vida productiva -fundamentalmente la política y la economía- sería el ámbito propio del varón independiente y el espacio privado –la vida reproductiva, es decir concebir y cuidar- estaría a cargo de la mujer, que se ocuparía de gestionar las dependencias.Por tanto, el verdadero pacto fundador del estado moderno sería una convención no pacífica entre hombres heterosexuales y blancos para distribuirnos entre nosotros el acceso a todas las capas del poder económico, social o político, y por añadidura a la vida y la muerte del cuerpo femenino fértil y, en consecuencia , también al resto de las criaturas y la naturaleza en su conjunto (para Donna Haraway, autora del célebre Manifiesto Cyborg y el más reciente Manifiesto de las especies de compañía,la Tierra está llena de refugiados, humanos y no, sin refugio. Habría que pensar, relatar y actuar en combinación con otras formas de vida, mediante una “ecojusticia multiespecie”, concluye).
Por tanto, no hay duda de que el poder no existe fuera de las prácticas a través de las que se ejerce y modificarlas ha sido siempre uno de los objetivos centrales del movimiento feminista y anticapitalista. Heredero de esta tradición y de las luchas de liberación antiesclavista o de los combates pacíficos de Gandhi, Paul B. Preciado -desde la teoría queer y transgénero – releyendo críticamente Vigilar y castigar, Historia de la sexualidady El orden del discursode Michel Foucault, señala que el poder no es algo abstracto, unidireccional e inamovible, sino un conjunto de técnicas de gestión y control del cuerpo y de la subjetividad que van cambiando y son fundamentalmente «tanatopolíticas», es decir, técnicas de guerra, punitivas, de castigo, de restricción y control del cuerpo y, en última instancia, de muerte.

Otro tanto podemos leer en Calibán y la bruja, de la activista y pensadora Silvia Federici, donde se dice que las feministas han sacado a la luz la historia de la violencia por medio de la cual los sistemas de explotación patriarcales han intentado disciplinar y apropiarse del cuerpo femenino, poniendo de manifiesto que las mujeres han constituido los principales objetivos para el despliegue de las relaciones y técnicas de poder masculino.
Parafraseando a Rita Segato, la presión desatada contra lo que las fuerzas conservadoras, de la mano de las iglesias mas reaccionarias, denominan “ideología de género”, demuestra que hoy más que nunca la cuestión feminista es la piedra angular y el eje de gravedad que hace tambalear el equilibrio de todos los poderes. Por tanto, según esta reputada antropóloga, autora entre otros libros de La guerra contra las mujeres, la fase actual de lucha demanda también poner en cuestión un multiculturalismo, exclusivamente identitario que no pone en cuestión ni modifica los procesos de generación de riqueza, ni los patrones de acumulación/concentración de capital y, por consiguiente, no altera el creciente abismo entre pobres y ricos en el mundo. También lo ratifican, entre otras muchas, otras activistas afrodescendientes como Gloria Jean Watkins (bell hooks) o Angela Davis.
De ahí las trascendencia de este próximo 8 de marzo, en el que se manifestarán las fuerzas feministas –y aquellos que también nos sintamos identificados–para hacernos recordar que los derechos sociales han sido fruto de muchas conquistas que ahora, con esta deriva retrógrada, pueden estar de nuevo en peligro. Contra esa trilogía conservadora –padre, patria, patrón–,los movimientos feministas ponen en el centro reivindicaciones que nos conciernen a tods: contra la violencia machista, para que se promuevan todo tipo de cambios culturales que, de una vez por todas, dejen de naturalizar la inferioridad de género; contra las formas de control que tratan de someter los cuerpos y las vidas de las mujeres, lesbianas y transexuales, para exigir medidas legislativas que garanticen la plena autonomía en la vida de todas las personas sea cual sea su condición; contra el nacionalismo racista y xenófobo y la consiguiente doble discriminación que sufren las mujeres migrantes, para que se garantice su derecho a la movilidad, sus derechos ciudadanos y la plena integración en el mercado laboral y en todas las instituciones del Estado; contra un sistema económico capitalista que ampara la desigualdad y racialización en el trabajo, y la sobre explotación de los recursos naturales, para que de la mano de otra economía eco-feminista se ponga la vida digna de todas las personas en el centro de las políticas locales e internacionales.

La importancia de la huelga feminista del 8 de Marzo supone también reconocer todas las luchas que entretejen sus reivindicaciones, porque también es un combate contra los diferentes sistemas de dominación (el racismo, el sexismo, especismo o capitalismo) que se alimentan unos a otros. Como Yayo Herrero, Marta Pascual, María González Reyes y Emma Gascó nos dicen en La vida en el centro. Voces y relatos ecofeministas: ecofeminismos constructivistas, espirituales, anticapitalistas, esencialistas, filosóficos, animalistas que, aunque son múltiples y, a veces, de bordes difusos, incluso contradictorios, en la tensión entre sus vertientes de pensamiento y de acción, y en sus polémicas, nos permitan seguir aprendiendo, que es de lo que se trata, ahora más que nunca. En definitiva, para que, como Rosa Luxemburgo proclamaba, “con nuestras decisiones podemos crear un orden social que sea digno de la raza humana, una sociedad donde no se sepa de explotación o genocidio”.
If we truly want to advance to a free and foward thinking society, contemporary slogan “the revolution will be feminist, or it will be nothing” should shortly be changed to “the revolution will be postgenderist and scientific”… Let’s work together toward this goal!
https://mikelarbiza.net/2019/03/13/the-revolution-will-be-postgenderist/