Hace unas semanas estuve por última vez en Arteleku. Este texto lo he escrito a modo de despedida personal. Las imágenes que acompañan a estas notas se realizaron cuando los artistas y creadores ya habían abandonado los espacios y estudios de trabajo. En breve-seguramente cualquier días de estos- desaparecerá el edificio que albergó durante casi treinta años este Centro de Arte y Cultura Contemporánea, situado en el barrio de Loiola de Donostia/San Sebastián. Las actuales responsables del Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Gipuzkoa, propietaria del local y, durante tres décadas, única y generosa finaciadora y promotora del proyecto han decidido permitir su derribo, por obligaciones urbanísticas, y trasladar algunas actividades y parte de su biblioteca al convento de Santa Teresa, situado en el parte vieja donostiarra. Imagino -no se sabe con certeza- que será una medida provisional a la espera de que definitivamente se funda con Tabakalera, ubicado en el antiguo edificio del mismo nombre, remodelado para albergar un nuevo centro internacional de cultura contemporánea.
En estos tiempos de crisis y ajustes permanentes de los recursos dedicados al arte y la creación, lo lógico sería que las instituciones de Gipuzkoa apostaran por un solo proyecto que recuperara, en parte por lo menos, los valores que identificaron a Arteleku: aquellas características materiales y cualidades inmateriales que la señalaron como una iniciativa que supo apostar, sobre todo, por dar apoyo a los artistas, posibilitando su formación, su trabajo y sus medios de producción, a través de la experiencia compartida con otros creadores y facilitándoles también mecanismos para el acceso al conoc¡miento.
Poco antes de que por razones personales en 2006 abandonara voluntariamente la dirección de Arteleku, en un último informe ya apuntaba: «debemos de ser conscientes, y no dar la espalda a esa realidad –me refería a la emergencia de Tabakalera- el proyecto Arteleku se encuentra ahora en una encrucijada, en la medida que su futuro se verá condicionado por la aparición de un nuevo gran proyecto cultural –CICC- que va a redefinir todo el mapa cultural de la ciudad a partir de un programa de actividades y líneas programáticas en torno a ejes de trabajo en muchos casos coincidentes con los nuestro»
Cuando Arteleku abrió sus puertas en aquellos años 80 de normalización, más o menos democrática, fuimos testigos y actores privilegiados de tiempos de progreso social y crecimiento económico, muy propicios para la creación de nuevas instituciones culturales. Entre ellas apareció Arteleku, como un ensayo adelantado a su tiempo; ahora se habla mucho de fábricas de cultura, pero entonces era una experiencia inédita. El objetivo principal de su creación fue reconvertir aquella antigua fábrica de suministros eléctricos en un espacio, también fábrica en cierto modo, para que los artistas pudieran trabajar y relacionarse en buenas condiciones de producción, y con un alto grado de autonomía, a ser posible. Su escala -bajo coste y alto rendimiento- y su condición periférica (incluso respecto a las dinámicas hegemónicas del sistema artístico) le proporcionaron un alto grado de independencia institucional.
La investigadora Miren Jaio en el artículo “Tout va bien/Garai Txarrak” publicado en 2009 en un monográfico especial dedicado a políticas culturales de “Mugalari” -desaparecido suplemento cultural del diario Gara-, nos recuerda que supuso: “La creación de un espacio autónomo dedicado a la práctica artística y la formación, frente al más visible espacio de exhibición, y se explica por una voluntad política real de fomentar el arte no como instrumento de representación de la política sino como bien común, voluntad sustentada por una fe casi mesiánica en el valor simbólico del arte”.
Cuando era Director de Arteleku, para explicar de manera gráfica en qué consistía aquel proyecto, en diferentes ocasiones, lo comparaba con los laboratorios de investigación médica. En ese atrevido paralelismo, Arteleku sería a las galerías y museos lo que los laboratorios a las farmacias. En los primeros se trabaja incluyendo la posibilidad del error o el fracaso y en los segundos, donde se comercializan y socializan las experiencias contrastadas previamente en los espacios de investigación, con la seguridad y la garantía del acierto inequívoco.
Uno de los méritos principales de Arteleku fue estar siempre en tránsito, en obras, tanto en el sentido literal, porque su arquitectura nos permitía una adaptación permanente a las nuevas necesidades, como en el sentido metafórico, porque estaba abierto a cualquier experiencia crítica que contribuyera a enriquecer el entramado cultural. Su historia tuvo que ver, sobre todo, precisamente con mirar hacia los lugares donde surgían emergencias experimentales de nuevo tipo. Y a lo largo de su historia el edificio tuvo varias modificaciones arquitectónicas importantes que permitieron adaptarlo a los cambios que se iban generando en su propio desarrollo y necesidades.
Arturo/Fito Rodriguez -uno de esos cómplices y amigo que permanecen desde entonces-, que empezó haciendo talleres como participante y acabó, junto a Natxo Roriguez (ambos miembros en solitario de la extinta Fundación de su mismo nombre) coordinando proyectos como «Arte y Electricidad» y «Tester», en un texto para la revista de investigación DESACUERDOS nos recuerda que: «si bien el planteamiento de Arteleku hunde sus raíces en “las artes y los oficios”, entendidos desde una perspectiva tradicional (los materiales como fundamento y las habilidades como técnica), hay desde sus comienzos un claro intento de actualización y adecuación de este tipo de prácticas y enseñanzas a un panorama cultural y artística en plena ebullición, en el que se abrían nuevos horizontes productivos a finales de los años ochenta y noventa. Se centrará en la búsqueda de un modelo educativo que excede cualquier ordenamiento, para asimilar otras calidades instructivas o experienciales que tienen más que ver con la convivencia, la cooperación o el intercambio de conocimiento”.
Con el paso del tiempo, Arteleku adquiere una dimensión que traspasa el mundo específico de las artes tradicionales para dialogar también con las audiovisuales, las aplicadas a la creatividad tecnológica multidisciplinar, la perfomatividad, la arquitectura o las prácticas estéticas/políticas de los movimientos sociales y empresas culturales.
Cuando realicé este último viaje, el viejo cartel indicador de la calzada de Kritobaldegi seguía allí. Durante veinte años, entre 1986 y 2006, muchas veces pasé por este camino para llegar al trabajo. Dirigir Arteleku fue dejarme la piel, el corazón y las vísceras en una vida feliz, convulsa, apasionada, a veces crispada, otras serena, pero siempre compartida con cientos de personas. Sería muy difícil nombrarlas a todas, pero a muchas de ellas las tengo, todavía hoy, muy presentes y otras las recuerdo con orgullo de amigo, mientras que casi todas las demás forman parte de mi débil memoria; otras ya nos están con nosotros: Pepe, Vixente, Miren, Joxerra, Iñaki. En fin, la vida sigue.
Arteleku fue, sin duda, un espacio en construcción o, alguien diría, también de-construcción, creativo, apasionante. Mi perfil profesional era entonces, y todavía hoy sigue siéndolo, fundamentalmente, la de un mediador entre personas, iniciativas y proyectos que pudieran encontrarse en lugares de cruce. Se trata de encontrar personas que compartan sus saberes y conocimientos. Generalmente siempre he trabajado apoyándome en la inteligencia de los demás, aprendiendo con ellos, de sus experiencias. Creo que esa disposición es importante para no perder la ilusión por el trabajo cultural.
De alguna manera, Arteleku, fue también como una tierra de nadie, de tod*s y de cualquiera, donde l*s artistas pudieron explorar y activar sus aspiraciones creadoras. El tiempo pasado desde entonces nos permite entender su existencia como un fenómeno que, más allá de su titularidad jurídica y propiedad material, era también patrimonio común e inmaterial de una comunidad afectiva difusa, casi siempre irreconocible, pero con una historia compartida. En definitiva, un dispositivo conector.
Por eso quizás Arteleku fue un lugar donde las personas circulaban con libertad y habitaban el lugar con autonomía; donde se podían sentir, no tutelados, porque podían percibir que era un espacio de todos y cualquiera, “suyo/común”, comunitario, participativo; público en el sentido más primigenio de la palabra; donde los agentes y creadores podían creer que, además de ser un espacio de la administración, y por lo tanto sujeto a unas reglas que asumían y, casi siempre respetaban, era un lugar de experiencia para la vida en común. Arteleku resultó ser para muchos artistas un lugar determinante en su vida.
Creo que, de alguna manera, aquella particular forma de existir fue posible, sobre todo, porque Arteleku, entre otras características, surgió y creció geográfica y conceptualmente en la periferia de la ciudad y en los laterales del sistema del arte; porque nunca pretendió ser un lugar central en el mapa del arte contemporáneo. Por lo tanto, no estuvo en el centro de los intereses instrumentales de los políticos de cuyas decisiones, definitivamente, dependía; porque además no era un espacio de espectacularización de la experiencia artística, ni de mercantilización de la cultura, porque, salvo excepciones, no era un foco de atención mediático.
Hay instituciones que nacen conforme a un prototipo, y otras que en su devenir construyen su propio modelo, se va configurando sobre los aciertos, los errores y las contradicciones que produce. Este fue el caso de Arteleku, que constituyó una experiencia inaudita y singular en la geografía de los espacios artísticos y culturales. Su crecimiento, siempre flexible, se vehiculó mediante la suma de sensibilidades especiales, muchas veces extraordinarias, y su conjunción con un modelo de funcionamiento en permanente vigilia autocrítica.
En el amplio espectro, muchas veces confuso, de la cultura y el arte, queda bien claro que si, de un lado, hay todo un sector del mundo que se alinea con la espectacularidad, homogeneidad y evanescencia de la cultura dominante, existen aparte otras prácticas que, como Arteleku, tienen que ver con procesos de larga duración y muy heterogéneos. Espacios de investigación, de producción, espacios de debate y de pensamiento.
Aquella experiencia de gestión también se sustentó, sin ninguna duda, sobre una extraña confluencia entre autonomía institucional, libertad artística y deseo que, como algún día dijo Juan Luis Moraza, configuró un espacio transversal inter-pasional, donde toda acción se planteaba como un “a través” (no fue casualidad que Zehar fuera el nombre de nuestra revista, que primero coordinó Maya Agiriano y después, durante muchos años, Miren Eraso Iturrioz); un devenir tiempo/espacio que no podía fundar, ni constituir, ni siquiera limitar nada, ni determinar ninguna autoridad, ni orden artístico. Arteleku fue un conjunto de experiencias, algunas nombrables y memorables y otras muchas innombrables, pero no menos importantes, que tan solo existieron en tanto en cuanto fueron susceptibles de ser cruzadas, en tanto que eran un lugar de encuentro entre la experiencia, el conocimiento, la vocación pedagógica y la práctica creativa.
Tanto es así que en ese devenir historia y espacio en tránsito se pudieron generar diferentes tipos de vínculos de mutua dependencia entre dispares y semejantes, que resultaron mucho más útiles para tod*s que patrimonio exclusivo de unos pocos. Parafraseando al biólogo Francisco Varela,investigador en el ámbito de las neurociencias y ciencias cognitivas, si miramos hacía la biología parece que en Arteleku la cooperación entre pequeñas unidades ayudó a la creación de estructuras más complejas, de manera que se hacían evidentes las ventajas de los sistemas cooperativos sobre los competitivos; a la manera, en cierto modo, de una creación mutualista surgida de la pluralidad, o como un rizoma deleuziano, surgido del deseo que hace circular la vida mediante empujes exteriores y conexiones productivas.
El mismo Fito, unas líneas más adelante indica que «hacer un examen de las diferentes experiencias formativas que tuvieron lugar en Arteleku, ya sea en forma de talleres, ciclos o cursos sería demasiado prolijo. En el repaso al extenso listado que da cuenta de estas actividades se encuentran datos bien elocuentes, tanto del momento histórico como de la circunstancia local y específica del centro que nos advierte de su diversidad, y que por momentos puede entenderse como un desorden en la estructuración de la didáctica del centro. Pero el repositorio de este cúmulo de notificaciones que son las convocatorias de los cursos destinadas a su difusión (y el listado adjunto de sus participantes), conforma todo un paisaje relacional y confirma quiénes han sido los verdaderos actores protagonistas de este campo de pruebas que ha sido el centro Guipuzcoano. Será imposible citar a todos/as e ilusorio intentar explicar la importancia de su labor».
Si alguien pretendiera reinterpretar o patrimonializar de forma exclusiva la historia de Arteleku se equivocaría, porque la multiplicidad de voces y experiencias que lo habitaron son imposibles de condensar en un solo relato.
Según Deleuze, la cultura arborescente es la cultura del ser, la que hace de las raíces un impedimento al movimiento y del territorio un terreno vallado. En oposición al crecimiento vertical de los árboles, hay plantas que crecen horizontalmente como la hierba, se conectan subterráneamente o por el aire. Para el filósofo francés la cultura rizomática multiplica las relaciones colaterales, crece y se amplia hasta donde llega su propia fuerza y su territorio, no conoce vallas porque se delimita por la propia potencia con la que es capaz en cada momento de ocupar el espacio y el tiempo que le corresponde habitar y vivir.
Arteleku respondía en la forma y en el fondo a esa condición rizomática, como multiplicidad que cambia a medida que aumentan sus posibles combinaciones; o que reconocía la fragilidad del tiempo postmoderno en el que vivíamos y que, a la larga, se ha demostrado profundamente inestable ante la cultura dominante (aparición de Tabakalera), ante la naturaleza (desafortunadas inundaciones, premonitorias del definitivo derrumbe del ecosistema) y ante la indolencia política de estos últimos largos años.
Al fondo de esta foto de la derecha, aparece una grúa amenazadora. Pronto barrerá los últimos vestigios físicos de este edificio que tanta vida albergó. Todo tiene su final y tal vez este sea el mejor. Quedará en la memoria, rescatada muchas veces de forma seguramente inesperada, de tantos recuerdos que habitaron entre aquellas paredes y que permanecen en la memoria de miles de personas que tuvieron la oportunidad de vivir alguna experiencia en aquel extraño lugar. Nada dura para siempre, pero si lo suficiente para ser inolvidable.
Me ha parecido un idea excelente tu decisión de realizar este pormenorizado relato de lo que ha sido sin duda uno de los grandes referentes de los espacios para las prácticas artísticas contemporáneas en la transición del siglo XX al XXI. Y como siempre expresado con la lucidez y clarividencia que te caracteriza y que te ha convertido en maestro de maestros. «Malos tiempos para la lírica», hoy en este desesperante país… pero.. gracias Santi por tu desvelo tratando de despertar nuestras conciencias y la de los políticos que nos malgobiernan y, sobre todo, procurando que la Memoria impida que nos perdamos en la oscuridad actual y nos permita encontrar la salida, esa débil luz al final del túnel por el que paseamos.
Santi, tu relato me emociona y entristece al mismo tiempo. Sin duda, Arteleku seguirá estando ahi, ahora intocable -por fin-, mas respetado -si cabe- por todos los que hemos admirado su capacidad de generar comunidad, de abrirese a la innovacion, de hacer cultura de una forma diferente.
Muchas gracias por todo ese trabajo, a tí y a todas las personas y amigos que lo hicieron posible, y mis condolencias y desprecio hacia todos los que lo dejaron caer.
gracias Yolanda
Querido Santi:
Gracias a Arteleku y la pasión que le ponías a tu trabajo conseguí acercarme un poco más al mundo del arte contemporáneo y sus innovaciones que mi profesión me impedían entender.
¡Qué pena que los agentes económicos no sepan valorar adecuadamente la importancia de la cultura en todas sus expresiones para nuestro desarrollo íntegro !
Un abrazo y felicidades a tod*s los que seguís luchando en este sector.
Muchas gracias, querida cuñada.
A veces me gustaría ser mitómano, nostálgico o persona de fe para simplificar la justificación, puesta en valor y memoria de las cosas. Pero una de las cosas más impotantes que aprendí o consolidé en Arteleku fue a hacer-pensar de otra manera, sin atajos, asumiendo las contradicciones, lo complejo, la búsqueda no acomodaticia. Todo ello desde las ganas de vivir, el sentirte comunidad inacabada, las complicidades, afectos, hamores, sin rehuir los conflictos. Más allá de que se derribe el edificio, que incluso desaparezca la ‘marca’ y aunque el tiempo, el río y cierta desidia puedan ir borrando parte de la memoria; lo importante es que lo sustancial de lo que Arteleku ha sido (y es) -de manera rica y diversa-, muchas lo hemos metabolizado, ha afectado a nuestro adn, nos corre por las venas, activa nuestras sinapsis. Arteleku no fue un edificio, no fue un ciclo temporal, sí fue un laboratorio periférico en el que se incubó un virus, más mutante y poderoso de lo que algunas piensan, al que es mejor no poner nombre para que sea más difícil de identificar y neutralizar.
Siempre certeros tus comentario. En fin, aunque nos guíe la misma pasión, ya estamos en otro tiempo.
Hola Santi. Es justo reconocer(que poco se practica en el paisito)que arteleku ha sido una de las grandes referencias de las políticas culturales publicas del País.Trabajando en Bilbao en el año 2000 mirábamos mas a Arteleku que a Bilbaoarte .Nos resultaba curioso que desde el territorio guipuzcoano se apoyasen «extraños» proyectos culturales de artista vizcainos. Pero intuíamos que ese era el camino y en la medida de lo posible apoyamos algunas de las iniciativas surgidas en la fabrica de creación de arteleku. Por eso cuando nos tocó poner en marcha el programa de fabricas de creación una de las inspiraciones venia de arteleku. No se si lo dijimos lo suficiente alto,pero creo que quedó claro en el reconocimiento del premio gure artea en su nueva etapa.El jurado supo reconocer el trabajo de arteleku en la persona de su alma mater,Santi Eraso.
Gracias Santi,por tu aportación a la Cultura.
Por si te puede interesar. Última actividad en ARTELEKU antes del cierre.
20 diciembre 2013. TRES – Blackout # 28. APAGAR ARTELEKU. To be played loud.
Gracias, algo sabía de la acción pero no había tenido la oportunidad de ver/escucharla.
Hola Xanti, para mi sigues siendo con X, ha sido leer esto y recordar los buenos momentos vividos con vosotros en el tiempo que pase alli, compartiendo y aprendiendo mucho de vosotros. Nunca he olvidado aquellos veranos, Xanti, Izaskun, Goretti, Marian, Miren, Joserra, Luis, Gemma, Brigi, Iñaki, Pepe………y desde la distancia he seguido la estela de Arteleku y vivido con pena esta transición que hay, esa incertidumbre de que va a pasar con todo el mundo que había dentro de aquella nave, pero como tu dices la vida sigue y las cosas cambian. Un beso grandote a todos los que formabais/formamos parte de aquel mundo.
[…] Texto completo: https://santieraso.wordpress.com/2014/05/15/ultimos-dias-de-arteleku/ […]