ENTREVISTA PARA VI ENCUENTRO DE CULTURA Y CIUDADANÍA EN TABAKALERA DONOSTIA/SAN SEBASTIÁN

Hace unos días Benito Burgos, responsable de los «Encuentros Cultura y Ciudadanía», promovidos por el Ministerio de Cultura y Deportes, me hizo una entrevista de un cuarto de hora que, junto a otras tantas, se emitirá al final de las jornadas que este año se han celebrado en Tabakalera de Donostia/San Sebastián. Le entrevista tiene tres preguntas dirigidas a varios responsables de instituciones culturales y referidas a deseos, líneas de pensamiento y trabajo o posibles cambios que, en mis caso concreto, hubiera llevado a cabo en el Arteleku que dirigí durante veinte años. Una especie de entrevista a un zombi que se hace cargo de un fantasma sin esqueleto, que diría mi buen amigo Pedro G. Romero.

¿Qué proyecto ajeno, promovido por otro agente o institución, te habría gustado realizar en la institución a la que representas? ¿Por qué? Háblanos de él. 

Voy a permitirme enunciar dos que, en cierto sentido, están vinculados. Casualidad, con motivo de los veinte años de existencia de Wikepedia, hace unos días leía una larga entrevista con Jimmy Wales, uno de sus fundadores. Se que es una osadía plantearlo como proyecto que nos hubiera gustado realizar, pero, si me permites, enuncio el deseo como si fuera una especie de ucronía literaria. Wales pasó por Arteleku en al año 2005, pocos años después de la fundación de esta inusitada enciclopedia digital (insisto en inusitada porque con el paso de los años, a pesar de las presiones de las grandes corporaciones, ha sabido mantener su independencia y rigor). Recuerdo cuando, alguno de aquellos días, el equipo de colaboradores que trabaja en nuestra jovencísima web junto con Miren Eraso Iturrioz – entonces responsable del Centro de Documentación y Mediateca de Arteleku- comentamos que hubiera estado bien -ahora nos imagino bastante ilusos- haber sido capaces de confederar los archivos digitales de los centros de documentación de arte contemporáneo de la región, entendida ésta con toda la posible amplitud que quieras. Como si hoy se hiciera con la red local, por ejemplo, con el Museo San Telmo, el Koldo Mitxelena, Tabakalera  y la Kutxa, por citar los más importantes de la capital (por cierto, frente al insistente  y continuado ensimismamiento institucional, tan poco generoso al que estamos acostumbrados, aquella fue una ucronía que, muy bien se podría llevar acabo hoy si hubiera auténtica voluntad, pero me temo que ni la crisis de la COVID16 parece que vaya alterar algo tan obvio como la necesidad de incentivar el trabajo institucional en red, atendiendo menos a conceptos rancios de propiedad patrimonial y mucho más al de custodias compartidas, confederadas, a la manera en la que, en cierto modo, se hace en Gordailu con los fondos materiales de la Diputación Foral de Gipuzkoa y algunos del Museo Municipal de San Telmo). Podría ser algo así, como un Red de bienes digitales de arte contemporáneo de Donostia/San Sebastián y Gipuzkoa y así sucesivamente, aplicando cierto de grado de subsidiaridad en la gestión de los fondos para mantener la autonomía e identidad originaria de cada núcleo.  

Pues bien, vayamos al segundo deseo. El fundador de Wikipedia estuvo en Arteleku para participar en aquel largo ciclo de Jornadas Copyleft que subtitulamos, precisamente, La potencia de lo público. Jornadas críticas sobre propiedad intelectual y el problema de la privatización del común, que produjimos en colaboración con el “Espai Obert” de Barcelona, “Uniaarte y pensamiento de Andalucía” y “El centro social Casa de Iniciativas de Málaga”, que poco después se refundaría en la actual “La casa invisible. Centro Social y Cultural de gestión ciudadana” y la entonces joven editorial Traficantes de Sueños, con la que publicamos Copyleft: Manual de uso con los textos de aquellas jornadas. Y siguiendo con ese espíritu, y como segundo ucronía, me hubiera encantado que Arteleku, tras las inundaciones fatídicas que ya anunciaban su desaparición, atendiendo a modelos como Hangar, gestionado por la Asociación de Artistas Audiovisuales de Cataluña, o la Plataforma Amárica, la asamblea de artistas que llegó a programar varios espacios de la Diputación de Álava, hubiera podido llegar a ser coautogestionado mediante un acuerdo de colaboración entre la institución titular y la comunidad artística, lo más amplia posible, un compromiso basado en la corresponsabilidad pública, entre administración y sociedad civil, más allá de lo público o privado, en beneficio del común. De hecho, en el año 2012, cuando ya parecía inevitable su derribo, llegué a escribir un artículo titulado Refundar Artelekuen el que me reafirmaba en esa posibilidad. Allí decía: “Arteleku ha resultado ser para muchos artistas un lugar determinante en su vida. Ahora, que ha pasado más de un cuarto de siglo desde su fundación, el tiempo nos permite entender su existencia como un fenómeno, que más allá de su titularidad jurídica y propiedad material, es también patrimonio común e inmaterial de un nosotr*s, constituido en comunidad afectiva y con una historia compartida. En definitiva un dispositivo conector, factor vertebrador en la historia reciente del arte en el País Vasco. Ahora que su futuro se platea como una incógnita, la reconstrucción de esa comunidad es más necesaria que nunca. La posible desaparición de Arteleku, como experiencia vinculada a las prácticas artísticas experimentales, necesita de la fuerza de ese nosotr*sque se levante en defensa de un bien común que pertenece a l*s artistas” y unos párrafos más allá el texto concluía: “Se podría proponer a la Diputación Foral de Gipuzkoa que, con el apoyo de otras administraciones, experimentara nuevos modelos de gestión. También se activarían políticas de participación consecuentes, capaces  de canalizar democráticamente todos los escasos recursos destinados en Donosti/San Sebastián al arte más comprometido con las prácticas contemporáneas”. Aquel escrito no fue más allá. Pocos meses después el edificio fue derribado. 

Con relación a los temas que aborda el Encuentro este año, ¿qué ámbito o línea de pensamiento o trabajo te gustaría incorporar en la labor de tu institución? 

Mirando hacia atrás, recorriendo los casi treinta años de la historia de Arteleku y pensando autocríticamente, cuando repaso toda la programación, echo de menos que no hubiéramos establecido lazos mucho más estrechos con artistas o experiencias sociales y culturales de África y Latinoamérica, sin menoscabo de que también pusiéramos en marcha algunos programas como Migraciones, coordinado por Kevin Sabar y Pedro Alvite, Representaciones árabes contemporáneas, un largo proyecto dirigido por Catherine David, llevado a cabo con la Fundación Tapies, entonces dirigida por Nuria Enguita, con la colaboración de Uniaarteypensamiento de Andalucía o el taller que dirigió Rogelio López Cuenca El paraíso es de los extraños. Además, la cuestión internacional, en términos generales siempre estuvo presente en Arteleku. Todas las cuestiones que planteáis en estos VI Encuentros de Cultura y Ciudadanía relacionadas con la naturaleza y los cuidados, el papel de la ciencia y la tecnología o la función simbólica del arte, tienen en esos escenarios y sobre todo, en los concretos contextos situados más heridos por el capitalismo, inmensas potencias políticas, éticas y estéticas. Mirar hacia esos lugares, escuchar sus voces y atender a las prácticas sociales y culturales que allí se generan, con todas sus paradojas y contradicciones y sin apropiarse de ellas, tan solo acompañarlas, me parece fundamental para dar un giro radical a muestra forma de pensar y vivir en este mundo que, con la pandemia, nos ha puesto a tods al límite de la vida. Parafraseando a la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie  en El peligro de la historia única  sería ir al encuentro de todos esos relatos de pasiones y rencores, de superstición y corrupción, pero también de quimeras y resistencia política de muchas personas desposeídas, violentadas, pero también solidarias, resistentes y luchadoras. En definitiva -dice Ngozi- narraciones que nos podrían describir mucho mejor la compleja realidad africana en oposición a la maldición de “la historia única y simplificadora”. Siempre las ha habido, pero por fortuna cada vez nos llegan más voces africanas que nos dan a conocer sus historias, demasiadas veces silenciadas o intencionadamente tergiversadas. Para poder eliminar las múltiples fronteras exteriores e interiores que nos separan, no hay nada mejor que respetarlas, escucharlas y contribuir a que se expandan.

En un contexto de crisis institucional, que la pandemia viene definitivamente a precipitar, desde un mirada crítica ¿cuáles crees que habrían de ser los cambios o transformaciones más trascendentes y urgentes que habrían de acometer las instituciones culturales? 

Sin  ninguna duda, la actualcrisis, derivada de la pandemia producida por la Covid19, sitúa de nuevo en el centro de nuestras vidas la oportunidad de activar otras políticas ecológicas, feministas y fraternales, que nos conduzcan a una transición económica mucha más justa con las desposeídos y desposeídos de la tierra. Algo parecido ocurrió durante la crisis financiero-inmobiliaria de principios de siglo, pero de bien poco sirvió. Entonces se llegó a proclamar con la boca pequeña la reforma del capitalismo, incluso la refundación de un nuevo comunismo democrático –de allí surgieron las sucesivas revuelta de las plazas públicas, la aparición de nuevas fuerzas políticas progresista-, mientras las fuerzas hegemónicas se reorganizaba y rearmaba -nunca mejor dicho- para seguir actuando como si nada hubiera ocurrido. En poco tiempo volvimos a las andadas y en el sector cultural, que en este conservatorio nos concierne particularmente, tras los ajustes precisos, que afectaron más a unos que a otros la maquinaria volvió a reproducir el modelo anterior. No tengo duda de que esta vez no debiera ser así, pero he de reconocer que mi pesimismo se pega a mi ingenuidad. 

En el nuevo escenario que se nos presenta, al sistema del arte y la cultura no le convendría estar exentos de un análisis crítico respecto a su función social y educadora porque, precisamente en contra de esa misión, en demasiadas ocasiones ha funcionado con la misma lógica productivista, acelerada y consumista que la economía capitalista impone en nuestras vidas. Además, en una deriva poco comprensible de imitación, el sector público ha tendido a reproducir esas dinámicas, convirtiendo gran parte de la actividad cultural en valor de cambio, en lugar de fomentar su valor de uso accesible y universal, no necesariamente gratuito, aunque también cuando fuera pertinente. 

Cierto corporativismo del sector cultural –sobre todo las grandes promotoras de servicios-  en connivencia con los discursos de una gran parte de las instituciones, sigue insistiendo en que la preocupación principal del mundo del arte y la cultura es el mantenimiento de su industria, despreocupándose de la supervivencia de un ecosistema mucho más complejo que, además de mercancías, produce una vasta y profunda red de bienes comunes in-apropiables que, aunque se desarrollan en gran medida dentro de una economía de intercambio de servicios, es decir con trabajo remunerado – como en el sistema educativo o sanitario- no necesariamente se producen con fines estrictamente mercantiles o industriales y, desde luego, mucho menos especulativos o financieros.  

Estos días han vuelto a resurgir las críticas más radicales contra la inoperancia de las instituciones culturales que, para poder cubrir los ingentes gastos internos de su mantenimiento tras los sucesivos recortes, han ido reduciendo paulatinamente los recursos destinados a los creadores autónomos y a todas sus agencias de mediación. Y hemos escuchado la voz de cientos de trabajadores culturales preocupados por la situación de desamparo en la que se encuentran y por el incierto futuro laboral  que les espera. La mayoría sonprecarios y precarias que sostienen gran parte de los servicios –y muchas de las tareas de cuidados necesarios – y están estructuralmente fuera del sistema institucional protegido. Alguien se preguntaba, ¿para qué queremos las instituciones si únicamente se sirven a sí mismas? Frente a esta posición nihilista, este puede ser un buen momento para volver a pensar (revolver) todo el sistema desde otros parámetros más justos para todas. 

No me cabe duda de que, ahora más que nunca, cierta contención ecológica debería atravesar la producción cultural, tanto en cantidad, pensando menos en acelerar la máquina productiva -la inflación de actividades es abrumadora- como en calidad, atendiendo mucho más a los aspectos reproductivos de la vida, con más cuidados mutuos y, sobre todo, menos precarización laboral. Menos concentración y masificación y más descentralización, más diseminación cuidadosa y respetuosa con la comunidad y el medio. Mucha más colaboración interinstitucional y menos competencia ensimismada. Para salir de esta crisis con dignidad y cierta justicia distributiva, más allá de otras medidas generales y universales como la renta básica, el pleno derecho al acceso a los servicios de salud, la educación etc, habrá que invertir los recursos de las instituciones culturales públicas mucho más y mejor en las personas y las redes de pequeñas y medianas asociaciones y empresas que proveen y trabajan en la producción de contenidos y, entre todas las partes implicadas (políticos responsables, instituciones titulares, equipos directivos, trabajadores y sindicatos, etc.), racionalizar y reorganizar la economía pública del sector. Sé que es muy complicado, pero esta vez el ajuste no se debiera hacer a costa del eslabón más débil, pero absolutamente necesario en la cadena de valor del sistema cultural. Me consta que muchos técnicos están en ello. 

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