Hace unas semanas, Saskia Sassen, conocida por sus destacadas investigaciones sobre la ciudad global, ha recibido el premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales. Unos meses atrás, en el marco de las III Jornadas Sobre Capital y Territorio, por UNIA arteypensamiento, la eminente socióloga presentó algunas de las conclusiones que ha desarrollado en uno de sus últimos libros Territorio, autoridad y derechos. De los ensamblajes medievales a los ensamblajes globales.

Hoy, cuando se discute tanto sobre los ámbitos de competencia territoriales y sus diferentes niveles de autoridad; cuando se habla de forma natural de la disolución de los estados; se da por hecho la emergencia de una Europa supranacional y paradógicamente, en ese mismo marco, se propone la aparición de nuevas naciones, Sassen sostiene que, aunque el ámbito nacional continúa siendo el terreno donde todavía se formalizan nuestros derechos y responsabilidades y donde las instituciones públicas y privadas adquieren su verdadera significación política y social, la capacidad de actuación de las naciones es, por la profunda infuencia que ejerce la dinámica de globalización, mucho menor de lo que parece.
Esta interpretación coincide también con otras investigaciones semejantes sobre el surgimiento del capitalismo y la consiguiente mundialización. Entre ellas, merece la pena destacar, la excelente contribución de Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi sobre el sistema-mundo que empezó a configurase al final de la época feudal y comienzos de la modernidad, precisamente cuando empiezan los primeros ensamblajes entre territorio, autoridad y derecho, que hoy conocemos como Estados-nación.
No cabe duda que las transformaciones globales actuales están desnacionalizando ciertos aspectos particulares de algunos dominios construidos arduamente como parte de lo nacional. Fenómenos como la digitalización del conocimiento y la rápida circulación de la información, el auge de las políticas internacionales en favor de los derechos humanos y las causas ecológicas, la desarticulación de los marcos normativos unitarios, jurídicos o económicos, la transnacionalización de las identidades o de las experiencias de pertenencia, sin duda están poniendo en cuestión los límites de la soberanía nacional.
Sin embargo, Sassen alerta también de que la transformación transcendental que llamamos globalización todavía transcurre, en una medida mucho mayor de lo que se suele admitir, dentro del ámbito nacional. Es justo en esas paradojas que se producen entre la persistencia de lo local y la emergencia de lo global donde se están constituyendo los significados políticos más complejos de este mundo sin fronteras, por un lado, y por otro, más encerrado en ellas. Cada día más, los Estados se ven confrontados a una nueva geografía del poder porque la economía global, demasiadas veces desregulada y muy poco propensa a acatar leyes locales, requiere inserciones muy concretas que ponen a prueba los límites de la autoridad territorial y su sistema jurídico.
Aunque existen muchos fenómenos que están afectando sustancialmente a la relación entre territorio, autoridad y derecho, en aquella conferencia, Sassen mencionó por lo menos dos que deberían tenerse en cuenta. En primer lugar, las operaciones transnacionales de compraventa de tierra (se calcula que en los últimos años se han vendido en torno a 200 millones de hectáreas, especialmente en África, pero también en varios países de América Latina, Asia e incluso, debido a la crisis, la Europa periférica). La adquisición de tierras a gran escala por parte de determinados países y corporaciones multinacionales obedece a la perversa lógica financiera que posibilita que, a día de hoy, las tierras tengan más valor que las personas que las habitan y, por supuesto, las actividades que tradicionalmente se han llevado a cabo en ellas. Esta compra de tierra, como inversión especulativa, produce alteraciones sustanciales del valor del suelo y de su relación con la titularidad jurídica de los propietarios que, en muchos casos, son Estados en otros Estados o grandes corporaciones multinacionales con entramados complejos que, en demasiadas ocasiones, cuando se producen significativas alteraciones de la ley, impiden determinar responsabilades jurídicas concretas.
Por otro lado, estas operaciones están provocando un importante éxodo poblacional, algo que el poder político, económico, mediático trata de invisibilizar. La mayoría de las personas desplazadas por dichas operaciones terminan recalando en grandes ciudades donde viven hacinadas en barrios sin infraestructuras ni equipamientos públicos. En consecuencia, Sassen señaló en segundo lugar la creciente importancia de algunas de estas ciudades que, por encima de los Estados a los que pertenecen, se constituyen en auténticos territorios de poder en la configuración y evolución de las dinámicas geopolíticas y económicas internacionales contemporáneas.
Sassen insiste en que es necesario empezar a explorar estas sombras del intenso y destructivo proceso de urbanización global que está propiciando el afán acumulador del capitalismo especulativo, porque, aunque sigamos vinculando la categoría de «territorio» al proyecto moderno del estado-nación, esta asociación ha dejado de tener sentido puesto que el territorio no es sólo una extensión de tierra o un espacio de representación identitaria, sino algo mucho más complejo que requiere una literatura jurídica internacional acorde con esos nuevos relatos que organizan el mundo global. Tenemos que investigar las penumbras de este proceso, subraya, e intentar desvelar aquello que contribuya a repensar la noción de territorio, no como una «condición estática», sino como una «capacidad», para dotarla así de una nueva potencialidad crítica y, al mismo tiempo, explorar su compleja imbricación con el derecho, la autoridad y la soberanía.